Inseguridad Jurídica Vs Gestión Patrimonial
Son ya décadas de experiencia histórica, por gracia o por desgracia, las que tenemos en este, nuestro maravilloso Estado que es España. Son décadas de inexperiencia a las que no atienden nuestros gobernantes para con sus gobernados y siguen siendo décadas truncadas a consecuencia de tropezar constantemente con la misma piedra.
El contribuyente ambiciona ganar más y pagar menos para salvaguardar su futuro y el de aquellos que lo rodean, para ello trabaja, gana, invierte y después de una retahíla de errores, pérdidas y ganancias, disgustos, alegrías, infartos y hernias discales, se dispone a sentarse en su sillón (con mucho cuidado) para disfrutar de su bien merecida jubilación.
Pero eso no es todo, el contribuyente, además, ha de adaptarse a los cambios políticos, tipos impositivos que suben y bajan cual noria de feria propulsada por cohetes marca ACME, impuestos directos, impuestos indirectos cuya subida o bajada van en función de cualquier estudio de universidad prestigiosa (que nadie sabe quien los encarga) diciendo qué es sano y qué no lo es para justificar la subida de los mismos, el municipio, la diputación, la comunidad autónoma, el Estado, la Unión Europea, el FMI, las sociedades privadas que califican la situación financiera de entes públicos, permisos burocráticos capaces de rendir Cartago a consecuencia de la desidia, medidas populistas que lo único que consiguen es que suba el paro y bajen los salarios, jubilaciones prometidas que luego se ven menguadas porque aquel que gobernaba o desgobernaba, en su momento, dispuso en regalar más dinero de la cuenta y como ya no nos dejan imprimirlo “sin ton ni son”, esto hace que genere cierta impotencia, en fin… Nadie dijo que vivir fuera fácil.
“Por aquí vamos…” — dijo una vez alguien inteligente. En la actualidad los medios tratan en demonizar a los que más ganan, llaman ricos a los contribuyentes que ganan 60 mil euros al año, se quieren crear más impuestos a la banca y limitar la propiedad privada, culpar de los males de la humanidad a las únicas personas que tienen la capacidad económica para arreglar este desaguisado pero, casualmente, también son aquellos que debido a su infraestructura económica tienen los medios para decir: ¡Ahí os quedáis que yo me voy con lo mio!
Ministros con valentía tal que anuncian regular precios de alquileres privados, tarea imposible ya que si lo hicieran de manera directa contrariaría la Constitución y el derecho a la propiedad privada, ahora bien, la creación de gravámenes a cualquier actividad, bienes o servicios son innumerables, desconocemos por donde tirarán o si los Tribunales acabarán dándonos la razón (cláusulas suelo y plusvalías municipales, por ejemplo).
Dicho esto, se culpa a los propietarios de viviendas o locales que tras años perdiéndoles dinero, ahora se disponen a rentabilizarlos y en consecuencia les culpamos por el alto precio de los mismos, pero nadie culpa que el IBI de cada ayuntamiento suba año tras año, nadie se lo achaca a la cantidad de exigencias burocráticas que ha de atender una comunidad de propietarios y por ende reformar, arreglar y desempeñar derramas ordinarias y extraordinarias para atender las mismas, así como el propio mantenimiento del inmueble.
La Administración crea impuestos, tasas y cualquier tipo de gravámenes pero luego exigimos que el que está obligado a abonarlas cobre rentas bajas por poner su inmueble a disposición de un tercero. Señores, esto no hay por donde cogerlo.
Tras todo lo mencionado sólo podemos concluir en el propio fondo de la lucha existente y constante que hay en el título del presente, contraponer ambos términos es como caerse a un pozo e intentar salir bebiéndonos su agua. Mientras siga existiendo la inseguridad jurídica habida en España desde 1978 seguiremos dando tumbos, tratando de secar el pozo con una pajita para tratar de salir de él mientras gritamos al unísono improperios e insultos hacia quien tiene tiene mucho ó más que poco, todo eso en vez de equilibrar la balanza para que todos tengamos aquello por lo que luchamos, para que nuestra burocracia no nos imposibilite desarrollar nuestros objetivos, para que nuestro trabajo no se devalúe por culpa de la gestión de terceros y para depender de nosotros mismos (en la medida de lo posible) y de un sistema justo, solidario pero, sobre todo, ordenado y auto sostenible.