Hace pocos años se nos habría hecho inverosímil que nadie comprase ciertos objetos o mercancías a través de un teléfono, mucho menos hubiéramos entendido que se podría firmar un contrato sin encontrarnos presente ante el mismo y no hacerlo con tinta colorida y tangible emanada por un artilugio similar a lo comunmente conocido como “boli” o pluma(no las de animal sino las de cartucho intercambiable). En la actualidad compramos y vendemos sin tocar ni ver, hablamos, escuchamos y cliqueamos unas teclas de plástico para formalizar aquello que antes duraba meses enrevesado entre tratantes, intermediarios y espabilados cuya capacidad serpentil formaron al mismísimo Oliver Twist. EnLeer Más